MANIFIESTO DEL MAS ANTE LA COYUNTURA ELECTORAL

Contenido de las elecciones y la democracia burguesa

Los ecuatorianos enfrentamos un nuevo proceso electoral que se definirá en febrero del 2017.  La ciudadanía tendrá que soportar una campaña demagógica de numerosos candidatos, partidos y movimientos (existen 70 grupos legalizados a nivel nacional y local), una publicidad cara, engañosa y derrochadora donde se ofrece el oro y el moro, alianzas que tratan de unir el agua y el aceite, enfrentamientos donde los oponentes se sacan los cueros al sol. Pero detrás de todo este espectáculo mercantil y poco edificante hay intereses que debemos descifrar. Entender el significado profundo de las elecciones supone caracterizar al Estado contemporáneo y su correspondiente forma de gobierno, la llamada “democracia representativa”.


El Estado capitalista no es neutral ni imparcial, no es la representación de todos los ciudadanos, ni gobierna en función del bien común, como trata de convencernos la propaganda oficial. El Estado capitalista está al servicio de la clase dominante que es la burguesía, es decir de los dueños de las grandes empresas que en la época actual son monopolios, muchos de ellos de carácter transnacional. Sus funciones fundamentales son garantizar la propiedad privada, la acumulación de capital, la explotación de los trabajadores, mantener el orden público y permitir el funcionamiento de un sistema fundamentado en la desigualdad y la exclusión de amplios sectores de la población. En síntesis, el Estado capitalista responde y representa los intereses de la burguesía.

La denominada “democracia” es una forma de gobierno que a través del sufragio permite la competencia entre las diversas fracciones de la burguesía y grupos políticos que la representan, para dirimir qué sector se alzará con el botín del poder. En las elecciones de las principales autoridades del Estado se genera la ilusión de que el pueblo decide libremente quiénes serán sus gobernantes. Pero es sólo una apariencia engañosa porque el ciudadano común y corriente, en el mejor de los casos, se limita a dar su voto por uno de los candidatos que previamente han decidido los partidos legales. Las posibilidades de triunfo de las diversas candidaturas depende de varios factores, pero principalmente de la cantidad de recursos disponibles para realizar campañas muy costosas y bien planificadas por los expertos en marketing electoral. La clase trabajadora y demás sectores populares no cuentan con los recursos, la publicidad y acceso a los medios, ni con el aparato institucional del Estado, para competir en igualdad de condiciones.

Es por eso que la democracia representativa, es decir la que se basa en la elección de representantes, está llegando a una saturación y a un estado de agotamiento a nivel mundial, fenómeno que algunos analistas  han denominado  “deslegitimación de la democracia” o “crisis de representación”. La democracia formal ha perdido credibilidad y los ciudadanos están profundamente desencantados. El mejor ejemplo de esta situación es lo que ocurre en Estados Unidos donde “el bipartidismo ha probado ser uno de los sistemas más reaccionarios y conservadores de las élites privilegiadas, no solo porque los billonarios tienen más influencia que millones de ciudadanos desmovilizados, sino porque en estas elecciones nadie quiere a los candidatos. Clinton y Trump son altamente impopulares” (Jorge Majfuf: “Los colonizadores del mundo se sienten invadidos”).

Las elecciones en el Ecuador

El Ecuador como país capitalista y semicolonizado por las grandes potencias imperialistas no escapa a la situación descrita anteriormente. Los candidatos con mayores posibilidades de ganar la presidencia de la República y contar con un mayor número de representantes en la Asamblea Nacional, expresan los intereses de los grupos monopólicos de la burguesía y sus partidos más representativos. 

Luego de una década de dominación de un caudillo y un partido que ha concentrado todos los poderes del Estado, fenómeno inédito en la historia del siglo XX que se caracterizó más bien por la inestabilidad, el panorama electoral luce contradictorio y lleno de incertidumbre (las encuestas afirman que cerca del 60% del electorado está indeciso). Además, se debe tomar en cuenta el contexto socioeconómico en el que se darán las elecciones, caracterizado por la recesión económica, luego de que el gobierno de AP contó con los más grandes ingresos de la historia nacional que permitieron la modernización capitalista y el afianzamiento de un modelo consumista en el país. La secuela social más grave de la crisis es el aumento del desempleo y el subempleo, ya que según cifras oficiales solamente el 40% de la población activa cuenta con un empleo adecuado.

Utilizando un falso lenguaje socialista y apropiándose de las luchas sociales contra el neoliberalismo, Correa impulsó un modelo orientado a la modernización del capitalismo, pero sin cambios estructurales  que permitan superar la enorme desigualdad entre las clases sociales. La concentración de la riqueza en pocos grupos de carácter monopólico se mantiene prácticamente igual que en las décadas pasadas(1). La soberanía se ha convertido en una quimera, ya que la economía ecuatoriana sigue dependiendo del petróleo y unos pocos productos de exportación. El modelo extractivista  se ha profundizado con grave afectación al medio ambiente. El cambio de la matriz productiva es solamente un discurso, pues no se ha logrado un desarrollo industrial ni productivo que satisfaga las necesidades más importantes de la población. El endeudamiento público, tanto interno como externo, ha crecido aceleradamente, de manera que en el próximo período, cualquiera sea el candidato  que triunfe en las elecciones, se verá obligado a tomar medidas de ajuste que descargarán la crisis sobre las espaldas de los más pobres.

En el terreno político se ha impuesto un modelo represivo y autoritario (bonapartista) que ha convertido la democracia en un cascarón vacío, al haber concentrado todos los poderes del estado en el ejecutivo y básicamente en una sola persona: el Presidente Correa. Se ha criminalizado la protesta social y se ha hecho un uso desmedido de la fuerza pública, no se ha respetado el derecho a la consulta libre, previa e informada de las comunidades en varios proyectos petroleros y mineros, se ha vulnerado y puesto en riesgo a defensores de los derechos humanos, se ha promovido la explotación petrolera en áreas protegidas y la minería a gran escala en zonas de alta biodiversidad, no se han generado las condiciones adecuadas para garantizar seguridad y justicia ciudadana, como en el caso de personas desaparecidas y asesinadas, se ha atentado contra el derecho a la libre expresión a través de una mala utilización de la Ley de Comunicación; estos son, entre otros, algunos problemas que demuestran  los vacíos e incumplimientos en materia de derechos humanos.

La derecha tradicional o vieja derecha

La clase dominante burguesa está representada por dos proyectos principales:

El primero es la derecha tradicional que expresa los intereses de los grupos con poder económico más antiguos, especialmente los agroexportadores e importadores de la costa. Defiende abiertamente el modelo neoliberal, es decir que la economía debe ser regida por el mercado (el sector privado) y el Estado no debe intervenir en ella. Su partido político principal es el Social Cristiano y  su candidata  es Cynthia Viteri, aunque el personaje que maneja los hilos del poder es Jaime Nebot, alcalde de Guayaquil.

Con similares planteamientos se ha posicionado el movimiento CREO del banquero Guillermo Lasso, dueño del Banco de Guayaquil, el segundo más importante del país, que se constituye en el nuevo eje articulador del capital financiero, especialmente costeño, luego de la quiebra de varios bancos importantes ocurrida a fines del siglo pasado. En este mismo sector, pero con menores posibilidades electorales, está el magnate Álvaro Noboa, uno de los hombres más ricos del país, dueño de varias empresas y finalista por cuatro ocasiones a la presidencia de la República.

La nueva derecha está representada por el continuismo correísta

El segundo proyecto es la expresión de una burguesía financiera, industrial e importadora más dinámica, estrechamente vinculada al capital financiero internacional y a potencias emergentes como la China, el mismo que ha logrado la hegemonía en el poder durante la última década, a través de la nueva figura populista de Rafael Correa y su movimiento Alianza País. Su binomio está conformado por Lenin Moreno para la Presidencia y  Jorge Glas para la Vicepresidencia.

Su propuesta es la continuidad del proyecto neodesarrollista y bonapartista impulsado por Correa en estos diez años, que consiste principalmente en modernizar el capitalismo a través de una intervención más activa del Estado, aunque la crisis económica que vive el país limita severamente dicha posibilidad. El correísmo captó todos los poderes del Estado y logró desarticular y debilitar la movilización y la lucha de masas en ascenso durante la “larga noche neoliberal”, dividiendo y golpeando fuertemente a organizaciones sociales de oposición como la CONAIE, las centrales sindicales agrupadas en el FUT, la UNE en el caso de los maestros, las organizaciones estudiantiles como la FEUE, los gremios profesionales, movimientos sociales como los ecologistas (Yasunidos), feministas, GLBTI, etc. De esta manera,  Alianza País ha cumplido con su cometido de frenar el proceso de organización y movilización social que se venía gestando desde la década de los 80, debilitando a la clase trabajadora del campo y la ciudad y garantizando el poder hegemónico de la burguesía.

Los candidatos de Alianza País no plantean una salida a la crisis económica, social y política del país que no sea la vieja receta de descargar la crisis sobre los más desposeídos

El proyecto reformista de los grupos de  centro-izquierda

El proyecto reformista del frente llamado “Acuerdo Nacional por el Cambio” es la expresión de sectores de la pequeñoburguesía campesina e indígena, capas intelectuales como el magisterio y sectores del sindicalismo organizado. Su base social está conformada por organizaciones sindicales y sociales que han experimentado directamente la pérdida y limitación de sus derechos y el autoritarismo del régimen.  Dicho frente plantea la necesidad de reformas económicas y conquistas democráticas al interior del sistema capitalista y su programa tiene como ejes la reactivación productiva del país y la recuperación de las libertades democráticas. Surge de un importante proceso de lucha y movilización de los trabajadores desde mediados del 2014 para enfrentar las políticas antipopulares del régimen gobernante, pero la coyuntura electoral lo ha conducido hacia un frente policlasista, renunciando al principio de independencia de la clase trabajadora frente a partidos burgueses como la Izquierda Democrática (2).

Sus expresiones legales son Unidad Popular y Pachakútik, brazo político del movimiento indígena. Su candidato a la presidencia de la República es el General retirado Paco Moncayo (3), auspiciadado por la Izquierda Democrática, luego de que algunos precandidatos de este frente como Enrique Ayala del socialismo crítico, Mesías Tatamuez, dirigente sindical de la CEDOC-CUT y miembro del MRT, Lourdes Tibán del Pachakútik y Lenin Hurtado de la UP, renunciaran a sus aspiraciones presidenciales.

De esta manera, un proyecto independiente de la clase trabajadora con un programa de cambios estructurales y una propuesta para que la crisis no sea descargada sobre los más pobres, ha quedado huérfano de expresión en el campo electoral. Por eso nuestra decisión es llamar al voto nulo en lo que se refiere a los candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia de la República.

Llamado a conformar un bloque proletario y popular

El MAS hace un llamado a los sectores sociales y los grupos políticos que no estamos dispuestos a colocarnos  a la cola de los los intereses y los proyectos de las diferentes fracciones de la burguesía, a conformar un bloque independiente que enarbole un proyecto de la clase trabajadora y los movimientos sociales antisistema, no solamente en la presente coyuntura electoral sino a mediano y largo plazo. Debe ser un proyecto anticapitalista que parta de una comprensión objetiva de lo que acontece a nivel mundial, donde existe una irresoluble crisis estructural del capitalismo que ya no garantiza el proceso de acumulación de capital. Además, los empresarios y los gobiernos tratan de remontar la crisis aumentando la explotación de la clase obrera de la ciudad y del campo, descargando sobre sus espaldas los planes que el FMI exige en todo el mundo.

Frente a la crisis capitalista y civilizatoria es necesario es necesario seguir levantando con más fuerza el programa de la revolución socialista mundial en reemplazo del capitalismo, pero no el socialismo burocrático y degenerado implantado por Stalin y la burocracia en la URSS luego de la muerte de Lenin, sino un socialismo que expropie a la burguesía y socialice los grandes medios de producción, sin sacrificar la democracia obrera, ni suprimir las libertades básicas. Debe ser un proceso de acumulación de fuerzas del campo popular que propicie el avance de poder popular y se construya desde abajo,  privilegiando mecanismos democráticos como las asambleas populares.

Ante la coyuntura crítica que vive el Ecuador, caracterizada por el endeudamiento público creciente, la recesión económica, el aumento del desempleo y el subempleo, el déficit, la mala calidad de servicios de salud y educación, es necesario plantear una propuesta que no descargue la crisis sobre la clase trabajadora y los grupos sociales más vulnerables, sino sobre los grupos empresariales más poderosos que, según lo señalado por el propio gobierno, han triplicado sus utilidades desde el 2007.

Por eso nuestro Programa plantea puntos como el no pago de la deuda externa, la nacionalización de la telefonía celular y la estatización de los sectores estratégicos de la economía. La no firma del TLC con Europa y las grandes potencias. La prohibición de despidos de los trabajadores por parte de las  empresas. El impulso y desarrollo de las actividades económicas y productivas que generen empleo y se hallen orientadas a la satisfacción de las necesidades básicas, dando prioridad a la gestión comunitaria y cooperativa y sin afectar al medio ambiente. El acceso libre y gratuito a todos los niveles educativos, inclusive el universitario. El acceso universal a la salud y a la seguridad social de manera gratuita. La participación de todos los ciudadanos en las decisiones políticas a través de asambleas populares con capacidad decisoria. El total respeto a las libertades básicas de libre pensamiento, libre expresión, libre organización, el cese a la criminalización de la protesta social y la vigencia plena de los derechos humanos.

Planteamos también la necesidad de retomar la movilización y diferentes acciones de resistencia y de lucha como único camino para enfrentar al poder capitalista burgués, encarnado tanto en el gobierno actual como en la derecha neoliberal. Sabemos que gane quien gane las elecciones, aplicará las políticas y medidas de ajuste para tratar de salir a flote de la complicada situación económica y financiera que hereda el gobierno de AP. Le apostamos a la lucha de los explotados y oprimidos, le apostamos a la lucha de clases y no al programa que los movimientos políticos reformistas le están apostando: unidad con los de arriba, reformismo sin reformas. Gobierne quien gobierne debemos continuar defendiendo los derechos de la clase trabajadora y todos los sectores oprimidos y excluidos por el sistema capitalista.


(1) Según un reciente estudio realizado por la Revista Gestión No 267, de septiembre/octubre del 2016, las grandes empresas que en número apenas superan el 5% del total, representan la mitad de los activos, el patrimonio, las ventas y las utilidades de las cerca de 50.000 empresas que reportaron a la Superintendencia de Compañías en el 2015.

(2) La Izquierda Democrática es un partido que ya alcanzó el poder en el período 1988 – 1992 con Rodrigo Borja Cevallos. Pese a su ideario socialdemócrata, su gestión fue una variante del neoliberalismo y no marcó una diferencia significativa con su antecesor el socialcristiano León Febres Cordero. Aplicó las recetas neoliberales del Consenso de Washington que mantuvieron las estructuras de injusticia social, pobreza y desigualdad en la sociedad ecuatoriana. La inflación fue muy alta debido a políticas como las minidevaluaciones y las medidas de ajuste impuestas por el FMI para garantizar el pago de la deuda externa. Impulsó reformas y la flexibilización de las leyes laborales que afectaron fuertemente los derechos de los trabajadores y limitaron el desarrollo del sindicalismo. Tampoco intentó respuestas ante las condiciones de pobreza y desigualdad prevalecientes en el agro que se expresaron en las demandas del gran levantamiento indígena de 1990.

(3) El General Paco Moncayo adquirió notoriedad en la Guerra del Cenepa frente al Perú y ha ocupado cargos públicos como la alcaldía de Quito por dos períodos, habiendo formado parte del Congreso y la Asamblea Nacional. Se ha definido como socialdemócrata aunque su ideología corresponde mas bien a un liberal progresista. Su gestión en la alcaldía de Quito se caracterizó por estar orientada a la privatización de varios servicios,  a través de fundaciones que llegaron a manejar cerca del 50% del presupuesto municipal. Recientemente se solidarizó con los militares  acusados de haber cometido delitos de lesa humanidad investigados por la Comisión de la Verdad, especialmente durante el período de Febres Cordero.

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